A propósito de la Autoestima

Nos sorprendería el número de personas con las que nos cruzamos a diario que esconden detrás de su sonrisa o aparente seguridad personal, uno de los lastres más devastadores de nuestra sociedad actual: su lucha por quererse y aceptarse; su falta de amor por sí mismo-a. En este sentido, creo que todos deberíamos en algún momento leer y escuchar (ambas cosas) el maravilloso cuento creado para despertar a los adultos…

El verdadero valor del anillo
-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo
fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada
bien, que soy torpe y bastante tonto.
¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué
puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
-Cuánto lo siento, muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver
primero mi propio problema. Quizás después…- Y haciendo una
pausa agregó -Si quisieras
ayudarme tú a mí, yo podría resolver este
tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
-E..encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era
desvalorizado y sus necesidades postergadas. – Bien- asintió el
maestro.
Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la
mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó -Toma el caballo
que está allí afuera y
cabalga hasta el mercado. Debo vender este
anillo
porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas
por él la mayor suma posible, pero
no aceptes menos de una
moneda de oro
. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que
puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el
anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que
el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven
mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la
cara y solo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de
explicarle que
una moneda de oro era muy valiosa para entregarla
a cambio de un anillo
. En su afán de ayudar, alguien le ofreció una
moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía
instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó
la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el
mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su
caballo y
regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro.
Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su
preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Entró en la

habitación. – Maestro – dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que
me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata,
pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero
valor del anillo.
– Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el
maestro-.
Debemos saber primero el verdadero valor del anillo.
Vuelve a montar y vete al joyero. Quién mejor que él, para saberlo.
Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto da por él.
Pero
no importa lo que ofrezca, no se lo vendas.
Vuelve aquí con mi
anillo.
El joven volvió a cabalgar. El
joyero examinó el anillo a la luz del
candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo: – Dile al maestro,
muchacho que si lo quiere vender ya, no puedo darle más de
58
monedas de oro por su anillo
.
– ¡¿58 monedas?! -exclamó el joven.
– Sí, replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él
cerca
de 70 monedas, pero no sé… Si la venta es urgente…
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
– Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-.
Tú eres como
ese anillo: una joya, valiosa y única.
Y como tal, sólo puede
evaluarte verdaderamente un experto.
¿Qué haces por la vida
pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?